Está en boca de todos, es el tema de la semana, el ya emblemático gallo de Manel Navarro en la Final de Eurovisión. A los pocos segundos de producirse el desafortunado incidente, la red ardía en “memes” y jocosos comentarios. Qué valientes somos cuando nos ampara el anonimato. Un ejemplo de linchamiento mediático a un personaje público, abocado a las más duras críticas y a que, por un error, se cuestione su talento. Porque fallos, los tenemos todos.
Lo cierto es que la forma que la gente tiene de reaccionar ante un evento tal, dice mucho de nuestra sociedad. A veces pienso que los espectadores esperamos, desde la comodidad de nuestro sofá (y el rincón más oscuro de nuestra alma), que algo así le suceda a un cantante para “reírnos”, porque en el fondo es televisión y de eso se trata. Estamos ansiosos porque nos den el pistoletazo de salida para escupir las críticas más ácidas. Olé por la valentía de los artistas.
No es la primera vez que acontece algo similar, recordemos cuan sonado fue el “Me he equivocao” de Rosa en OT, o más recientemente la “cobra” de Chenoa. El caso es que ver a los personajes públicos “humillados”, nos complace en cierta forma. No como personas, sino como espectadores; ya que, en tanto que seres empáticos, no nos alegramos de ver sufrir a nadie en un escenario. Pero lo cierto es que ver a los famosos haciendo el ridículo, nos entretiene y nos divierte; para muestra, Sálvame.
Este post es pues un alegato a favor del sentido del humor, con el que el propio Manel Navarro se tomó su intervención en Eurovisión. Un alegato a favor de la sencillez y la gracia de Rosa y la naturalidad de Chenoa, que incluso supo sacar partido al escarnio sufrido. Un alegato a favor de la creatividad y las bromas en las redes sociales. Un alegato a favor de los monologuistas que bromeen con ello. Pero una condena a los insultos, los juicios de valor y la falta de respeto.
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