En este post, quiero hablaros de mi tutora de tesis. Una de las personas más ejemplares que conozco. Porque es científica y es madre. Porque sabe compatibilizar su vida laboral y personal como nadie. Porque es una persona muy correcta en el trato, a la que jamás he oido una mala palabra. Porque dirige a sus alumnos al tiempo que los alienta, y jamás se rinde a la primera de cambio.
A mi tutora de tesis, le apasiona su trabajo. He visto el brillo de sus ojos ante un nuevo descubrimiento de laboratorio. La he visto emocionarse al graduarse sus doctorandos. He sido testigo a lo largo de cinco años, de su inmensa paciencia. Jamás la he visto tirar la toalla en un experimento. Ella nunca reprime los fallos, los anota y los transforma en aprendizaje.
Mi tutora de tesis se interesa por las pasiones de sus doctorandos. Para ella, no todo es trabajo. Es una persona empática y servicial. Se preocupa siempre de que los que la rodean estén a gusto. Me consta que ha llevado a su casa, con su familia, a científicos extranjeros que han hecho estancias en el departamento.
Ella, desde el primer momento, ha comprendido mi naturaleza. Me ha permitido “tener pájaros en la cabeza”. Es una mujer digna de admiración, paciente y serena. Se ha esforzado, ha viajado por el mundo y ha logrado triunfar en su carrera. Y lo más importante, sin olvidar a su familia y cultivando una vida plena.