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eva cabanelas

La crisis de los 30

14 agosto, 2017 por evacabanelas 2 comentarios

Socialmente, los 30 años constituyen la edad a la que supuestamente debemos tener “la vida resuelta”, o cuando menos encaminada. Sobre todo las chicas, a las que se suma la presión biológica de “ser mamás”. Esa edad, a la que nuestros amigos empiezan a casarse y agrandar la familia. Esa edad en la que muchos, seguimos buscando nuestro camino; esa edad en la que todo lo bueno está por llegar. Con o sin planificar.

Estoy segura de que muchos, a esa edad, habréis asistido a alguna boda reciente. Muchos tendréis un trabajo que os hace felices y habréis encontrado la pareja perfecta. Disfrutaréis de vuestros sobrinos, o de los hijos de vuestros amigos y quizás penséis en tener los vuestros propios. Estaréis haciendo planes de futuro: ahorrando para comprar una casa, para viajar… En todo caso, echando raíces y tachando cosas de la lista del “para cuando…”.

Estoy segura de que a esa edad, muchos no querréis saber nada del matrimonio, no porque os dé miedo, sino porque no es prioridad. Muchos tendréis trabajos precarios y estaréis soñando con cambiarlos. Muchos estaréis viviendo historias de amor de quince años; enamorándoos pérdidamente y también, desilusionándoos. A muchos no os gustarán los niños, y prefiráis una mascota. Estaréis viviendo el presente sin mayor pretensión que disfrutar de la vida.

Con todo ello, quiero decir que, a pesar de lo que crea la gente, no hay una edad definida para “resolver nuestro proyecto de vida”. Cada cual tiene sus prioridades y en base a ellas, actúa. Existen más jugadas que “sota, caballo y rey” de “pareja, casa y niño”. En todo caso, los 30 son la edad en la que por fin, podemos decidir libremente en qué emplearemos nuestra vida. Seguir estudiando, casarnos o mudarnos al otro lado del mundo. O las tres a la vez.

Archivado en: Amor, El sentido de la vida Etiquetado como: boda, crisis de los 30, formar una familia, hacerse mayor, responsabilidad

20 y largos

30 octubre, 2015 por evacabanelas Deja un comentario

“El tiempo no se para con nadie”; un hecho que se hace patente a todas las edades. Hay algunas, sin embargo, en las que existe una transición increíblemente brusca, como entre los 20 y los 30 años. De universitarios fiesteros a trabajadores responsables. De post-adolescentes dependientes a adultos independientes. Y es que a pesar de nuestra juventud, ya notamos el cansancio, no tenemos el fuelle de antaño y de las noches de fiesta, tardamos el doble en recuperarnos.

A los 20 y pocos años, estamos ansiosos por salir, conocer gente y relacionarnos (sobretodo con desconocidos). A los 20 y pocos años, somos capaces de “chapar como animales”, varios temas en un día y a seguir rulando. A los 20 y pocos años, nos quedamos hasta las tantas viendo una peli o simplemente, charlando. A los 20 y pocos años, nos mantenemos despiertos en clase con resacas de campeonato. A los 20 y pocos años, ansiamos que llegue el fin de semana para seguir festejando. A los 20 y pocos años, nos acostumbramos a ir en autobús y a caminar siempre con una maleta al lado.

A los 20 y largos años, estamos ansiosos por tener un momento de paz, con nuestros amigos y nuestra pareja, nos basta. A los 20 y largos años, nos “cuesta la vida” memorizar cualquier cosa y las llaves, simplemente nos las olvidamos. A los 20 y largos años, nos quedamos dormidos en mitad de la peli o incluso, charlando. A los 20 y largos años, nos caemos de sueño en las comidas familiares. A los 20 y largos años, ansiamos que llegue el fin de semana para tirarnos en el sofá. A los 20 y largos años, nos acostumbramos a ir en coche a todas partes y la maleta, la hacemos muy de vez en cuando.

Supongo que como dicen por ahí “en la vida, todo son etapas” y es necesario pasar por cada una de ellas. Bien es cierto que los arrebatos de juventud son indispensables y las aventuras vividas en dichos años, inolvidables. Pero también es cierto, que en la vida, no debemos anclarnos y siempre, seguir avanzando. Quizás nuestras experiencias más extremas, nos hayan sucedido a los 20 y pocos pero sin lugar a dudas, las más plenas, nos sobrevendrán a los 20 y largos.

Archivado en: El sentido de la vida, Recuerdos Etiquetado como: crisis de los 30, de joven a adulto, hacerse mayor, universidad

El universitario que se hizo mayor

13 septiembre, 2014 por evacabanelas Deja un comentario

Gente comprando hielo en el supermercado. Fiesta temática en el pub de moda; “telebasura”. Salir a bailar, a emborracharse. Hacer nuevos amigos, millones de fotos; al día siguiente, “latar”. Esos maravillosos años, que no volverán. Conocernos a nosotros mismos. Hacer estupideces, gamberradas o como le queráis llamar. Una única responsabilidad, estudiar. Así de bien, se vivía en la universidad. “Quién pudiese revivir las juergas de los jueves, las fiestas residenciales, el botellón…”, pensó el universitario que se hizo mayor.

Unos cuantos años por delante para.. Ver la tele hasta las mil, acostarse tarde, no ir a clase; ir y dormir en las últimas filas. Desesperarse con el proyector, con los apuntes, con algún que otro profesor. Cotillear. Tomar café de la máquina. Engancharse a alguna serie o programa de televisión. Charlar. Aficionarse a los juegos de cartas, a la cerveza, al alcohol en general. Compartir piso. Pasar días enteros sin salir de casa. Olvidarse de ir al super; no tener nada para comer (pero siempre para beber). Descuidar la limpieza, ignorar la vajilla. Viajar en autobús. Salir “a desfasar”. No pensar “más allá”. Buscar siempre la compañía de otro; en bares o bibliotecas, “socializar”.

Pasados esos años… Apenas ver la tele, acostarse pronto; madrugar para ir a trabajar. Desesperarse con el curro, con las tareas, con el jefe que está de mal humor. “Rosmar”. Tomar café en una cafetería. Engancharse a algún libro, interesarse por la divulgación. Meditar. Aficionarse a la cocina, a la costura, a las manualidades en general. Vivir solo. Pasar días enteros sin pasar por casa. Preocuparse por la compra y la limpieza del hogar. Ver la vajilla sucia y fregar. Viajar en vehículo propio. Salir “de tranqui”. Pensar “más allá”. Huir del bullicio; disfrutar de la soledad. Por supuesto, lamentarse por no poder volver atrás.

El tiempo en la universidad pasa muy rápido; el que empieza ha de aprovecharlo, ha de exprimir cada instante. Plantar la semilla de la amistad, vivir “al margen” de la responsabilidad; relativizar. El que termina ha de pensar que, aunque cueste creerlo, lo mejor está por llegar. Madurar la semilla de la amistad, asumir cierta responsabilidad; priorizar. “Acabar la universidad es el final de la “buena vida” pero también el principio de la “new age” personal”, pensó el universitario que se hizo mayor.

Archivado en: Gente especial, Recuerdos Etiquetado como: crisis de los 30, juergas universitarias

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